1 nov 1997

BIONADA

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Capítulo
1: Lo efímero de la miga

Ella era una miga caída en la inmensidad del mantel y yo tuve la inmensa suerte de caer a su lado. Desde el principio congeniamos. Ella, menuda, simpática, muy blanca. Yo, algo diferente, con algún que otro resto de corteza arropando mi cuerpo esponjoso.

Dicen que la felicidad es pasajera y efímera, quizás no se confundan. El Señor gordo que nos había creado y al que yo llamaba Dios alargó sus brazos distraído y la agarró entre sus rechonchos dedos. Grité, pero ya era tarde, ella no podía zafarse de las manos de Dios y se dirigía sin opción de vuelta atrás a las puertas de un infierno de labios finos y dientes desalineados.
Maldije, blasfemé y sobretodo lloré mientras Dios y sus apóstoles se reían medio achispados entre chistes que rozaban el mal gusto.
Algo más tardé, apareció un ángel con chaqueta blanca y pajarita y anotó en una libreta un encargo que su jefe llamaba “postre”. Inmediatamente después, el ángel, que resultó ser un ángel exterminador surgió con una paleta plateada y ,entre los gritos de otras migas, nos lanzó a un limbo del que no salimos jamás.

Capítulo 2: Cuando la caja de zapatos sirve para medir el vacío
El vacío se mide en color gris, en 8 aristas desnudas y en dos pelotitas de papel arrugado; los zapatos no se miden, los zapatos se usan hasta que se rompen de usarlos y luego se tiran. Las esperanzas ni se miden, ni se usan, sólo se esperan. Las esperanzas se acabarán el día en que las cajas sean transparentes y ustedes, siempre tan curiosos, sepan si mis ocho aristas más una tapa contienen zapatos (tan útiles hasta que se desgastan) o vacíos (tan inútiles como eternos).


Capítulo 3: Exprimidor
Exprimo medias naranjas porque usted quiere zumo. ¿Usted me ha preguntado si yo quiero exprimirlas?
Le diré una cosa, a mí se me parte el alma por la misma mitad por la que usted parte las naranjas cada vez que las sentencia. Siento el mismo dolor que la primera mitad de naranja que usted decide literalmente triturar, y me compadezco y maldigo mi suerte tanto como la media naranja que presencia su macabro acto y espera su segura ejecución. Por la comisura de mi boca, corren agridulces lágrimas que luego usted bebe impunemente.
Estoy tan enamorado de la vida como las medias naranjas de su otra mitad. Usted comete tres crímenes, mata a dos enamorados y convierte en asesino a un exprimidor sin vocación...


Capítulo 4: La conjura de las velas
"2 elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña..."
¿A qué usted sabe cómo sigue la canción? Sí, tiene razón, los elefantes se van sumando para balancearse (tambalearse) en la frágil tela de la araña.
Nadie canta el final de la canción. Nosotras le contaremos como acaba. Al final los elefantes se caen provocando una conmoción sin precedentes en el mundo de los paquidermos, acabando así con una felicidad con fecha de caducidad marcada por la resistencia física de una tela de araña.

Ahora piense: Veinticuatro velas se balancean sobre las trufas de su tarta... Si la tela de araña no se rompe este año, tenga por seguro que llamaremos a más compañeras.
Ahora sople y acabemos con esto.
¿¿¿Felicidades???


CAPÍTULO 5: Luz de emergencia

Soy una luz de emergencia que sólo se enciende cuando todo lo demás queda oscuro, soy imperceptible. Nadie se acuerda de mi si no hay un apagón. Soy cotidianamente inútil y casualmente necesaria, sólo se me quiere como medio para llegar a un fin considerado como un mal menor. Piénselo, porque la primera vez puede que esté en huelga (disuelta, fundida, inconexa...) ¿Motivo? Falta de cariño, si es así le daré un consejo: Cuidado con la escalera, sin luz, es fácil caerse.

Capítulo 6: La última pintada del último punky
Había una pintada en un hangar abandonado al lado de una de esas estaciones de tren de pueblo. Decía: “Solitario, no estás solo” . La pintada insistió en que lo aquel punky tan enfermo quiso decir era lo siguiente:
“Como estás lejos te dibujo a escala y te resumo en recuerdos ordenados de mayor a menor. Me bajo en cada apeadero y me abandono en el primer inmueble abandonado pasada la estación (y hay muchos). Como estás lejos, entreno señales de autostop con cara de bobo y artrosis de pulgar, me sacudo la distancia traduciendo los kilómetros en centímetros de ti y me admiro de las cosas que nunca han pasado. Compungido, me drogo con tu ausencia y escribo mensajes con sprays de graffitero”

Capítulo 7: La distancia más corta entre dos puntos (punto 1 y punto 2) depende de la flexibilidad del plano.
PUNTO 1:
“Me queda el sabor amargo de una derrota amarga y me queda la ilusión tardía de haberte encontrado tarde y poderte cruzar de nuevo. Me quedan las ganas de tenerte ganas. Me queda la esperanza eterna de soñar contigo eternamente y que un día el sueño sea cierto. Me queda la certeza de que estás lejos y me rebelo contra la distancia y contra las certezas. Dibujo líneas rectas y me niego a aceptar que esa sea la distancia más corta entre nosotros y pienso que algún día el plano se doblará y por fin estaremos juntos”

Capítulo 8: Desde un lugar fresco y seco
Vivo en un lugar fresco y seco. Vivo en la bionada existencial de los objetos que pierden sentido; en la inmóvil catatonia de los que respiran pero no hablan, no se ríen, ni tampoco esperan nada.
Vivo en la serena certidumbre del paso del tiempo y de la oxidación de los cuerpos; vivo lamentando la abundancia relativa de los relativamente ricos que me relegó al olvido.
Desde la fría perspectiva que me da el estante de la nevera en el que fui colocado hace ya más de un mes, lanzó un comunicado de yogur estropeado. "Todo caduca, o a lo peor, fermenta"

Capítulo 9: Centilitros

Abro el congelador y me encuentro una escena terrorífica, las espinacas ultracongeladas están llorando destrozadas. Ha ocurrido una tragedia. Pongo la oreja y escucho esto:
"Era tan sumamente borracho que medía la vida en centilitros, era un idealista, DEP"
En la investigación de su desaparición encontraron una nota, aquel hielo se había despedido de los suyos:
Prefiero ser pingüino y que me tachen de bobo, a poder volar y no saber adonde ir. Prefiero ser oso polar en suelo helado a ser soldadito de plomo sin cuerda. Prefiero ser Antártida y morir nadando en whisky a seguir encerrado en CIUDAD CONGELADOR.


Capítulo 10: El pez segundero

Me alisté en los silencios del fondo del mar y me emborraché con la sal de sus aguas. Pensé, que la vida no se componía de nada más que de revoluciones alrededor de uno mismo y, con memoria de pez, me olvidé de las vueltas que ya había dado.
Ahora milito en el bando de los que ya no saben nada y nado en círculos embriagado por el paso del tiempo. Mientras, ustedes me observan pensando que estoy loco, pero... ¿Acaso ustedes no hacen lo mismo?
Adiós

Capítulo 10: El inexorable ciclo de la endrina

"Pasarán las horas"
"Pasarán los niños al lado de mi rama"
"Pasarán los días"
"Pasarán los tardes de primavera bañadas de sol"
"Pasarán los meses"

Y al final Pacharán y no pasará nada...


EL FIN DE LA BIONADA

El fin de la Bionada llegó cuando la endrina se negó a que después del pacharán no pasara nada y cuando el pez segundero, hastiado, dejó de dar vueltas para no llegar a ningún sitio. El fin de la bionada llegó cuando las espinacas fueron declaradas culpables de la muerte del hielo en ciudad congelador por inducción al suicidio. Muy alterada, la familia del aquel hielo alcohólico y por tanto suicida, decidió trasladarse a una ciudad más al Sur donde sus componentes no pudieron soportar las altas temperaturas. El yogur caducado sintió entonces como se anegaba el estante en el que había sido olvidado. El cambio climático había llegado, pero le dio igual porque él estaba ya de vuelta, demasiado caducado para que le importaran los finales tristes.
Después del pacharán no pasa nada, como tampoco suele pasar nada cuando el segundero se mueve seis grados a la derecha; cuando el segundero se mueve seis grados a la derecha, Euclides sigue teniendo razón porque los planos son rígidos y la distancia más corta entre dos puntos, por larga que sea, es la línea recta.
El fin de la bionada llegó con la extinción del último punky, muerto por sobredosis de ausencias en un portal donde la luz de emergencia se negó a socorrerle por falta de cariño.
A su entierro acudieron las velas, pero no para dar su último adiós sino para repetir a coro, TE LO DIJIMOS!!!. Las velas son un asesino y su veneno se llama tiempo y no va lujosamente empaquetado con una equis negra sobre fondo naranja.
El fin de la bionada llega porque el tiempo es un exprimidor involuntario que no bebe zumo y porque la bionada no era más que una caja con una miga dentro, una caja que no estaba completamente vacía pero que tenía un contenido efímero. Lo efímero de la miga.

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Keegy